En el Paseo de San Juan
Pendía de una farola
su historia.
Huyó con prisa,
sin despedida.
Se trepó a un tren,
luego a un barco.
Salvó el cuerpo,
su alma,
jamás partió.
Ya anciano,
retornó.
La farola guardaba
el dolor.
Recuperó el aliento,
ya fatigado.
La costa le esperaba,
se entregó.
Los años transigidos,
le reprochaban.
La vida se detuvo,
volvía por la muerte,
la digna, la justa.
Y... Barcelona, lo abrazó.
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