Es como un arrullo que vuelve,
me mece.
Son las voces de la infancia,
los aromas perdurables,
las miradas de confianza,
los rincones familiares,
los inventos y tesoros,
los anuncios repetidos:
a la mesa;
a hacer la tarea;
a guardar los juguetes;
a lavarse los dientes;
es hora de rezar;
y ahora, a dormir...
No se trata de recuerdos.
son compañías de cada día.
La vida me dejo crecer
en abundancia de la buena,
entre mimos y palabras,
caricias y sorpresas,
ojos plenos de amor
y abrazos abrigados.
No se trata de recuerdos,
son las células que me constituyen,
me dan esencia y fuerza,
me hacen ver, y
me permiten ser.
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