El poeta escribe
lo que lee.
Hay un eco ambiguo
de
palabras
muchas.
Se hace nieve,
los
copos se tocan,
se anuncian en cada superficie…
En las montañas,
en los techos de las casas,
en los hombros de los caminantes,
en los hocicos de los perros,
en la copa de los árboles,
en las veredas y las calles,
en los ríos, lagos y mares,
se escribe un texto.
De esa letra
irrumpen
las flores
y los colores.
Navegan perfumes.
Se arma lo conocido:
Cueva de
jeroglíficos,
claves y llaves.
La nieva cae,
hace
contacto
y desaparece.
Navegando
Como aquella dalia
que presagiaba el futuro…
Cada flor me dona una poesía.
Tanto tiempo me llevó
retornar a lo más simple,
animarme con lo más soñado,
desamarrar la palabra
de los asfixiantes muelles de la cordura.
Entregarme al vértigo
de las aguas profundas.
Una voz azul me habita
viene del mar,
me besa, me enciende, y me calma.
Champagne y té.
Se armó un eco de palabras y besos.
Alguien, me invitó al tablero de un juego antiguo.
Se alternaban jugadas tímidas con jaques.
El aire se enrarecía y yo lidiaba con la confusión.
Él bebía, yo me embriagaba.
El encuentro estalló con una erótica casi tierna;
unas pocas preguntas, todo tanteo; placer y miradas
Algo recuperé y algo olvidé.
Fue un buen juego. Lo evoco con alegría,
aún con el sabor de lo confuso.
ITALIA
Borrachera en los ojos
que se ancla en el alma.
Superficies y texturas
pinceladas con colores,
y la suma del milagro
de tanto “muratore”.
Conjunción de natura y cultura
arman una desmesura de belleza.
Trepar tu tierra
es beber el conjuro
de la hermosura y la tragedia.
Sellé una huella en tu arena,
la que deambula en mi sangre
impulsando su cauce.
Sin nombre.
Una bola dorada
pendida de unas hojas blancas.
Convoca la mirada,
le pone tregua a mi angustia.
Dorada y redonda como el sol,
pequeña y escondida como yo.
Quieta, expectante,
suspendiendo su don de movimiento.
Algo está diciendo,
comienzo a comprender
aunque no quiero nombrarlo.
Dieciséis versos
para una cincuentena.
¿Dónde hallaré el verbo que haga letra mi sentimiento?
Desde lejos se anudan los vientos y hacen simiente,
me habitan los verdes, me expanden, me nutren,
se enredan el cansancio y el entusiasmo.
El sol está tibio, desoye las prisas,
algunos huesos insisten en hablar.
Un puñado de hechos me escolta, y murmuran.
Los contornos de las cosas se han vuelto difusos,
los engaños revolotean, ya los reconozco.
Aprendí que la sed se quita con agua dulce.
No es cierto que los ojos no sepan mentir,
las frases más trilladas anuncian verdades.
Cuando el dolor cicatriza, queda inscripto.
Mis manos dibujan el mapa de esta cincuentena.
La vieja caracola se presenta, aún me dicta.
La tinta es el embrujo que me hace ser y deshacer.
En la ruta.
Otra mañana florece.
La noche desgranó recuerdos y fantasías.
Tus palabras arden en mi piel,
me renacen, me abren las alas.
Torpemente buscamos un cauce.
Poco sé, y el desconcierto poco me importa.
Cuando la emoción se enciende,
una marejada se alza en mi sangre
que ahoga la razón y me impulsa.
No sé de estrategias, ni busco aprenderlas;
me entrego fielmente a mis torpezas,
convencida de que en la irracionalidad
se oculta la plenitud.
Es con vos y más allá de vos,
es conmigo y más allá de mí;
es la vida, es lo que fue,
lo que es, lo que nos dejará
cuando ya haya sido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
...