Sintió la carreta,
adivinó su promesa.
Los caballos le obedecían.
Su cuerpo retrocedía, lejos,
hasta su piel nueva.
El camino de sauces,
abría aquella luz,
la que ignoraba las sombras,
la que conducía al viejo escondite.
Se anunciaba un ensueño,
retornaba el perfume
del hombre único, vedado,
amado, esperado.
Siempre esperado.
El sol ya se iba,
el abrigo se perdía,
entonces, retornó:
alzó la mirada, y
comprendió.
El tiempo había arrebatado
el romance, sus juventudes,
sólo permanecía el recuerdo,
el dolor, la tristeza, la espera.
Siempre la espera.
Sus dalias la acompañaban,
le daban el granate de ayer,
anidaban las palabras, ya viejas.
La casa, el escondite,
conservaba las risas,
perdonaba las mentiras.
El ensueño del amor,
la locura de la muerte,
la tibieza del recuerdo,
todo vuelto espera.
Siempre la espera.
Tal vez, retornara,
ella quería morir
del modo escondido
que conoció la vida.
Vuelve la espera.
Cautiva del pasado esperando algo que jamás sucederá.Sentir que la vida te pasa en una agonía en un compás de espera lejano....
ResponderEliminar