Dialogando con mis huellas
se me alborotan los músculos
entre lágrimas y sonrisas.
Un tibio desorden de recuerdos:
palabras, miradas, promesas,
geografías, presencias, y
ausencias.
La vida existiendo, siendo;
más allá de cuánto pueda yo
permanecer en ella.
Cada insignificante eslabón
de esta monumental realidad,
lucha con sus miserias, y
sus sueños.
Todos en la barca,
con la suerte de cada cual,
con la cuota de consideración
que cada quien elige
para remar al unísono, ó
abstraído.
¡¡¡Ay, mis huellas!!!
Me dan y me quitan fuerzas
para avanzar en la travesía.
Busco una amapola,
lloro una tempestad,
y retorno siempre,
al mar.
Busco una amapola...
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