Azul era el color de la tinta con el que experimenté la plenitud de las primeras letras reconocibles por los otros, y respetadas por el sistema socio-escolar. Azul intenso es el cielo por las noches cuando insinúa silenciosamente la grandeza de lo sencillo. Azul es el océano, único arcón abierto… juego del tesoro que nadie termina de descubrir. Azul se me figura el color de la caricia. Entre el cielo y el mar el azul flota, se choca, a la Tierra toda se expande. En azul veo navegar la poesía, vertiente nutricia que reinventa la vida, la ilusión y el sentir. Azul veo la línea que une los enigmas, el hilo que teje la causa. Azul siento el aire que me sostiene. Azul el Mediterráneo y el Atlántico… Azul es el color de Venezia. Azul se me vuelve título del Todo.

domingo, 9 de marzo de 2014

Sed



Dialogando con mis huellas
se me alborotan los músculos
entre lágrimas y sonrisas.
Un tibio desorden de recuerdos:
palabras, miradas, promesas,
geografías, presencias, y
                                     ausencias.

La vida existiendo, siendo;
más allá de cuánto pueda yo
permanecer en ella.
Cada insignificante eslabón
de esta monumental realidad,
lucha con sus miserias, y
                                     sus sueños.

Todos en la barca,
con la suerte de cada cual,
con la cuota de consideración
que cada quien elige
para remar al unísono, ó
                                     abstraído.

¡¡¡Ay, mis huellas!!!
Me dan y me quitan fuerzas
para avanzar en la travesía.
Busco una amapola,
lloro una tempestad,
y retorno siempre,
                            al mar.

Busco una amapola...

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