Es una carcajada falsa,
inventada para no dejar fisura.
Todo su esfuerzo
dirigido a sostener
aquella máscara.
¡Noche de gala!
Desafío muscular.
Sólo deseaba elevarse
de ese espacio y huir...
Una extraña cortesía
la anestesia, y
la atormenta.
Inútil obediencia
que la envuelve
en la negrura
de un traje rígido.
Diálogos vacíos,
miradas prescindibles,
manjares desperdiciados,
mentiras e hipocresías.
La medianoche se anuncia,
le trae un recuerdo,
toma fuerzas y lo invierte.
Sube las escaleras,
¡afirmándose en sus zapatos!
Deja caer su máscara,
camina y ríe...
Es una carcajada franca,
liberada para permitir
la fisura.
La escritura es una vía de conexión entre emociones, pensamientos y acciones posibles. Nos abre una ventana a nuestros paisajes internos, y nos invita a pincelarlos: creando, transformando, jugando...
Contactar por mensaje privado.
¡Qué escasa es la calma!
¡Cuánto estruendo en rededor!
Deseo un refugio sereno y claro:
una montaña, un lago,
un perro, flores multicolores;
aves en el cielo,
ovejas en la pastura.
La canción amable de la naturaleza,
su permanente sorpresa...
calma, calma, calma.
Se encontraron blanco y negro
sobre las sábanas.
Un límite difuso los enfrentaba.
Querían fundirse pero no lo lograban.
(Sólo la química atesora esa magia).
Por la mañana,
las prendas cayeron en agua jabonosa:
blanco y negro se fusionaron.
Volvió el dueño por las prendas,
y creyó que se trataba de una tragedia.
Rara o simple, no lo sé.
Implacable, autónoma,
a veces, ciega...
Soberana a la hora de actuar.
Ausente a la hora de dialogar.
Me pregunto quienes serán sus aliados.
Dicen que ronda siempre
en todo lugar.
Algunos le temen,
otros la esperan.
Dejó de ser algo ajeno,
me pinceló la cara,
se presentó y me horadó.
No le guardo rencores,
comprendo que es es su función.
Ni amigas ni enemigas,
vinculadas.
Voló la hoja con el poema.
Algo decía el viento al llevarla.
¿Quería ayudarle a dar vuelta la página?
El papel cayó en el mar,
las olas lo envolvieron.
Logró esa brisa alzarla de la roca,
corrió hasta la costa,
se adentró en el agua, y
el frío la estremeció.
Despidió con lágrimas su poema.
Miró el cielo, y
descubrió el sol.
Murmuró el verso primero:
desde esta playa, con el viento arrollándome...
Madrugada de enredos.
Ensueño y realidad fusionados.
Una propuesta silenciada.
Una caricia suspendida.
Podría ser sencillo,
se impuso lo confuso.
Podría ser sublime,
quiso ser opaco.
No contó el dolor,
la decepción,
el desconsuelo.
Una herida, quedó.
Ciegamente late,
murmura un grito,
cabalga en su quiebre.
Se alzan sus pies.
Una historia se escribe.
Pasado y presente danzan.
Sabe la luna, y ... calla.
Madrugada de enredos.
Dialogando con mis huellas
se me alborotan los músculos
entre lágrimas y sonrisas.
Un tibio desorden de recuerdos:
palabras, miradas, promesas,
geografías, presencias, y
ausencias.
La vida existiendo, siendo;
más allá de cuánto pueda yo
permanecer en ella.
Cada insignificante eslabón
de esta monumental realidad,
lucha con sus miserias, y
sus sueños.
Todos en la barca,
con la suerte de cada cual,
con la cuota de consideración
que cada quien elige
para remar al unísono, ó
abstraído.
¡¡¡Ay, mis huellas!!!
Me dan y me quitan fuerzas
para avanzar en la travesía.
Busco una amapola,
lloro una tempestad,
y retorno siempre,
al mar.
Busco una amapola...