..."Yo arrancaré a esa granada uno a uno todos sus granos..."
Así lo anunciaba el Rey en la guerra de Granada.
Con énfasis y entonación poderosa,
lo recreaba mi Padre,
ilustrándonos sobre
la historia de su patria.
En el relato, le otorgaba
luz central a la escena
en la que el rey Boabdil,
rumbo al exilio,
vuelve la mirada
a Granada,
quebrado en llanto;
y escucha a su madre,
la Sultana Aixa,
decirle:
..."¡NO LLORES COMO NIÑO,
LO QUE NO SUPISTE DEFENDER
COMO HOMBRE!..."
Esos decires fundantes
de su historia
(la de su tierra y la de su vida),
quedaron anidados
en el viento,
que me despierta
cada mañana;
en el arrullo
que me mece
cada anochecer.
Es su voz,
su tierna firmeza,
su singular modo
de hacer latir
la vida;
lo que navega
en mi sangre,
lo que nutre
todas mis células.
Las granadas de mi jardín,
se reproducen
¡curiosamente!
Sus rojas flores,
sus frutos,
su poblado follaje...
son poesía viva
que se alza
y
te nombra.
Azul era el color de la tinta con el que experimenté la plenitud de las primeras letras reconocibles por los otros, y respetadas por el sistema socio-escolar. Azul intenso es el cielo por las noches cuando insinúa silenciosamente la grandeza de lo sencillo. Azul es el océano, único arcón abierto… juego del tesoro que nadie termina de descubrir. Azul se me figura el color de la caricia. Entre el cielo y el mar el azul flota, se choca, a la Tierra toda se expande. En azul veo navegar la poesía, vertiente nutricia que reinventa la vida, la ilusión y el sentir. Azul veo la línea que une los enigmas, el hilo que teje la causa. Azul siento el aire que me sostiene. Azul el Mediterráneo y el Atlántico… Azul es el color de Venezia. Azul se me vuelve título del Todo.
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