Solías decir-me "la vida te enseña"
Una mañana que simula
ser como todas.
Una mañana de sol intenso,
que me exige vivir.
Todo es diferente
si ya no puedo abrazarte.
El AMOR QUE NOS UNE
TRASCIENDE LA VIDA
Y LA MUERTE.
Conservo el cobijo
de tu mirada,
tu caricia y tu palabra
para siempre.
Deambulo en una paz
que se alza -raramente-
en la hondura del dolor.
Extrañarte y tenerte,
tejen una red
que de a ratos me sostiene,
y en otros,
me desintegra.
Me toca aprender
la lección más difícil:
tu partida.
Mientras escribo
comienzo a comprender
que no se trata
de ausencia.
Es un quiebre,
una herida.
La presencia que busco,
se vuelve omnipresencia.
La lección es
entender el cambio,
aceptar el dolor.
Dejar que la angustia
macere lentamente
en la certeza
de este amor
que atraviesa a la muerte.
Conservo el cobijo
de tu mirada,
tu caricia y tu palabra
¡para siempre, Papá!!
Azul era el color de la tinta con el que experimenté la plenitud de las primeras letras reconocibles por los otros, y respetadas por el sistema socio-escolar. Azul intenso es el cielo por las noches cuando insinúa silenciosamente la grandeza de lo sencillo. Azul es el océano, único arcón abierto… juego del tesoro que nadie termina de descubrir. Azul se me figura el color de la caricia. Entre el cielo y el mar el azul flota, se choca, a la Tierra toda se expande. En azul veo navegar la poesía, vertiente nutricia que reinventa la vida, la ilusión y el sentir. Azul veo la línea que une los enigmas, el hilo que teje la causa. Azul siento el aire que me sostiene. Azul el Mediterráneo y el Atlántico… Azul es el color de Venezia. Azul se me vuelve título del Todo.
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