Azul era el color de la tinta con el que experimenté la plenitud de las primeras letras reconocibles por los otros, y respetadas por el sistema socio-escolar. Azul intenso es el cielo por las noches cuando insinúa silenciosamente la grandeza de lo sencillo. Azul es el océano, único arcón abierto… juego del tesoro que nadie termina de descubrir. Azul se me figura el color de la caricia. Entre el cielo y el mar el azul flota, se choca, a la Tierra toda se expande. En azul veo navegar la poesía, vertiente nutricia que reinventa la vida, la ilusión y el sentir. Azul veo la línea que une los enigmas, el hilo que teje la causa. Azul siento el aire que me sostiene. Azul el Mediterráneo y el Atlántico… Azul es el color de Venezia. Azul se me vuelve título del Todo.

viernes, 29 de marzo de 2013

POR SUPUESTO QUE EXISTE PAPÁ NOEL


Muchos adultos se cuestionan si “decir la verdad”, “mentirle a los chicos”, “romper la fantasía”. Estas expresiones manifiestan una mirada errada sobre la FANTASÍA INFANTIL.

La fantasía no pertenece al terreno de la verdad, ni de la mentira; se ubica en un espacio singular, un lugar de encuentro imaginario, de consenso. ¿Por qué habría que mentirles a los niños? ¿Por qué habría que deformar la realidad propia de la fantasía? Cuando leemos una novela o vemos una película, no lo hacemos pensando que esto es el producto de la imaginación del autor. Nos internamos en la fantasía que nos propone y simplemente disfrutamos. Existe para ello un consenso implícito, la aceptación de un “vuelo compartido”.
Los Reyes Magos, Papá Noel, el Ratón Pérez son maravillosas creaciones que todos los niños gozan con naturalidad, con “entrega”. Podríamos señalar dos momentos en relación a cómo los niños se vinculan con la fantasía. Los niños más pequeños se internan en este “mundo” sin cuestionamientos, sencillamente gozan el placer de volar, de elevarse por encima del mundo concreto y limitado. Alrededor de los cinco años se agudiza la discriminación entre la realidad y la fantasía; los niños comienzan a preguntar sobre el origen de todas las cosas. Es allí cuando los adultos suponen que deben evitar dolores, que no deben quebrar las ilusiones infantiles e “inventan” mentiras para que no se descubra lo que ellos viven como una mentira. Debemos comprender que estas “ilusiones” deben ser tratadas como lo que son, ilusiones compartidas, terreno de la fantasía; no de la verdad ni de la mentira. Aceptemos que existe este espacio intermedio donde la vida se torna maravillosa, donde es posible la magia, el humor, la literatura, el cine, el teatro, la plástica, el juego; donde soñar puede hacerse realidad y cuando se está gozando , ¡se goza!
Papá Noel y todas nuestras ilusiones no se rompen jamás; si mantenemos nuestra participación en un juego compartido, para pincelar siempre la vida con fantasía, nos dejamos llevar por ese gozo que habita en nuestra alma y desafía a cualquier edad.

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