Azul era el color de la tinta con el que experimenté la plenitud de las primeras letras reconocibles por los otros, y respetadas por el sistema socio-escolar. Azul intenso es el cielo por las noches cuando insinúa silenciosamente la grandeza de lo sencillo. Azul es el océano, único arcón abierto… juego del tesoro que nadie termina de descubrir. Azul se me figura el color de la caricia. Entre el cielo y el mar el azul flota, se choca, a la Tierra toda se expande. En azul veo navegar la poesía, vertiente nutricia que reinventa la vida, la ilusión y el sentir. Azul veo la línea que une los enigmas, el hilo que teje la causa. Azul siento el aire que me sostiene. Azul el Mediterráneo y el Atlántico… Azul es el color de Venezia. Azul se me vuelve título del Todo.

domingo, 5 de octubre de 2014

En la casa de Elis

Muchas voces se superponían. Algunos se escuchaban, incluso. Los temas variaban y cada cual exploraba el torbellino según podía.
La noche avanzó, el hambre y la sed precipitaron luego del deleite. Algunos emigraron, y lentamente, surgió un diálogo desde las almas. Los temas que jaquean desde siempre a la existencia humana:
el amor, el deseo, la aceptación, el dolor, la incertidumbre de la muerte, lo que importa...
Entre conocidos y desconocidos se armó un encuentro, el que trasciende lo protocolar, el que hace circular enredos de ideas y sentimientos.
El arte nos escoltaba, la luna opacada por la lluvia nos empujaba. Y por detrás de ese escenario, otro se alzaba: el ancestral, el que nos hace ser y saber. 
Fui viendo como toda palabra enunciada se enlazaba a un nudo que nos fue vinculando: el dolor.
¡Cuánto nos cuesta sobrellevar lo que lastima! Sentí que se originaba una cofradía ocasional.
Hoy comprendo que nos convocaba el Perdón, y -tal vez- nuestra memoria atávica nos fue conduciendo a ese sitio, donde la palabra cose algún que otro desgarro, y las miradas trascienden su medida del hoy.
Jatimá Tová                                               

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