Muchas voces se superponían. Algunos se escuchaban, incluso. Los temas variaban y cada cual exploraba el torbellino según podía.
La noche avanzó, el hambre y la sed precipitaron luego del deleite. Algunos emigraron, y lentamente, surgió un diálogo desde las almas. Los temas que jaquean desde siempre a la existencia humana:
el amor, el deseo, la aceptación, el dolor, la incertidumbre de la muerte, lo que importa...
Entre conocidos y desconocidos se armó un encuentro, el que trasciende lo protocolar, el que hace circular enredos de ideas y sentimientos.
El arte nos escoltaba, la luna opacada por la lluvia nos empujaba. Y por detrás de ese escenario, otro se alzaba: el ancestral, el que nos hace ser y saber.
Fui viendo como toda palabra enunciada se enlazaba a un nudo que nos fue vinculando: el dolor.
¡Cuánto nos cuesta sobrellevar lo que lastima! Sentí que se originaba una cofradía ocasional.
Hoy comprendo que nos convocaba el Perdón, y -tal vez- nuestra memoria atávica nos fue conduciendo a ese sitio, donde la palabra cose algún que otro desgarro, y las miradas trascienden su medida del hoy.
Jatimá Tová